Viajando por España VI




Filosofar es estar renaciendo a la verdad;
es no poder dormir.

Julián Marías
Antropología Metafísica. 1970



El sueño reparador de esta noche, ha disipado por completo el cansancio del día anterior, y las desgastadas fuerzas han sido totalmente recuperadas gracias a un completo desayuno compuesto por, cereales con leche, tostada de pan con aceite (este regular) una loncha de jamón con huevos revueltos por encima, apoyados en su caminar por una buena taza de café con leche, manzana y pera. Viendo desayunar a mi compañera de viaje, una taza de café con tostada y mermelada, comprendí sobradamente porque sube las cuestas sin aparente fatiga.

El complejo de Aguas Santas donde nos alojamos, facilita todo lo que el viajero siempre sueña encontrar; un lugar donde la naturaleza asume un gran protagonismo, instalaciones completas de relajamiento y lúdicas, sobresaliendo el balneario de aguas medicinales, sus diferentes saunas y masajes, y por si fuese poco, un magnífico campo de golf de diez y ocho hoyos, que satisface al más exigente.

Aunque un poco pesado el estómago, nos dirigimos al campo de golf con la sana intención de hacer un poco de ejercicio, pero como estamos de vacaciones y después de la partida tenemos que seguir pateando los alrededores de Pantón, optamos por alquilar un Buggy para ir más descansados.

Lo primero que observamos es que estábamos completamente solos en el campo, algo que no me había ocurrido nunca, y cuya explicación nos fue dada más adelante en una de las tres historias que quiero narrar y que ocurrieron durante las tres horas que estuvimos en el campo.

Como Eva María no juega al golf, mientras yo trataba de mandar a la bola por donde debía (las mas de las veces no se cumplía este noble deseo), ella, la mocita, se entretenía buscando bolas perdidas, y disfrutando de la fauna y flora del entorno, sin echar mucha cuenta de mis problemas.

Para completar aquel idílico lugar, un rebaño de ovejas mordisqueaba afanosamente el verde que crecía al otro lado de la valla de alambre, sin que aparentemente nadie las guardara, y es que el pastor se había aposentado en el Green donde yo tenía que lanzar la bola y miraba interesado todos mis movimientos. Cuando mi bola se posó afortunadamente cerca del hoyo, me sobresaltó una bien modulada voz con marcado acento gallego diciendo: “buen golpe y de dos en Green”. Yo me quedé un poco pasmado, diciéndome ¿pero cómo un pastor de ovejas habla de esa manera la “jerga” de los golfistas?

Me acerqué a aquel buen hombre del otro lado de la alambrada para saludarle y darle las gracias, y entablamos una muy amena y gratificante conversación, dado que no molestábamos a nadie, porque como ya queda dicho estábamos solos en el campo.

Cuando le comenté tal hecho, no pudo por menos de suspirar profundamente diciendo a continuación “esto que Ud. dice, ha causado en mi economía un grave perjuicio”, mi ocupación de pastor me da para vivir, pero el sobresueldo lo ganaba recogiendo bolas perdidas y vendiéndoselas a los muchos golfistas que a diario llenaban el campo.

Tengo en casa –continuó- más de seiscientas bolas que ya no tendrán salida, no viene apenas nadie a jugar y es que la crisis nos alcanza a todos.

Llegó a decir, que tanto el balneario como el campo de golf no resistirían mucho esta situación, y después de venderme veinte bolas por veinte euros, nos dijimos adiós; el hacia sus ovejas con cierto aire de tristeza, y yo, buscando a mi compañera para que con su despreocupada sonrisa, alegrase mi ánimo, también un poco tocado.

Ya un poco más tranquilo y pensando como un pastor te puede dar lecciones de economía domestica, seguimos haciendo lo que podíamos con la bolita de golf, paseando más que jugando trascurriendo de esa manera una hora mas.

Con mi Driver en la mano, preparado para hacer la salida del próximo hoyo, sin mediar palabra, me dice la arqueóloga –ahora vengo- y como tal lo dijo, se montó en el Buggy y la vi desaparecer entre los arboles del campo.

La fantasía de uno que no es poca, empezó a e lubricar posibles situaciones y si una era descabellada la otra no lo era menos, desde el abandono total en un campo desierto de golf, hasta la fuga clásica de la moza harta de soportar impertinencias, como aquella otra simplemente por dinero ya que mi cartera con las llaves del coche habían volado también en el Buggy.

Pasó un buen rato, y resignado a mi suerte, me senté en un banco apoyando el palo de golf en mi barbilla para así poder sostener aquella confusa cabeza.

Pasaron unos minutos para mi eternos, cuando en la lejanía del campo veo un punto que se acerca descubriendo momentos después, que era mi amiga la arqueóloga que venía tan feliz con una botella de agua en la mano.

Yo seguía en la misma postura muy semejante a la del “Pensador de Rodin” cuando echando Eva María pie a tierra y después de una sonora carcajada me dice: “Te pareces a esos abuelitos que abandonan en las gasolineras las malas familias”

Después de esta singular manera de demostrar su afecto, pensé que quizás hubiese sido mejor su desaparición con todos mis enseres, y es que como decía mi querida abuela María, “quien con niñ@s se acuesta cag…. se levanta.”

Sus risas sus bromas y un traguito de agua, nos trajo de nuevo la armonía que durante todo el viaje nos acompaña y nos enseña que el vivir es cosa de dos.

De nuevo disfrutando del bello paisaje que formaban bosques, lagos y la impresionante capa verde del campo, nos disponíamos a embocar la bola en el último hoyo del campo, cuando al levantar Eva la bandera, se le escapo un pequeño grito. Me llamó apresuradamente, indicándome el fondo del hoyo, donde una diminuta ranita se desesperaba intentando salir de la trampa sin éxito. Con sumo cuidado, introdujo la joven su mano, y pudo apresar aquel minúsculo animalillo y sacarlo fuera. Felices de tenerla a salvo, nos sentamos a la orilla del lago, y contemplamos como un ser tan diminuto estaba perfectamente desarrollado y presto a comenzar su andadura por la vida. No sé como en esos momentos me vino a la cabeza, como se pueden eliminar seres indefensos que aun no han nacido.

Para borrar tan oscuros pensamientos, le digo a Eva, ¿porque no le das un beso a la ranita y quizás se transforme en un príncipe que te conducirá a su palacio encantado en las profundidades del lago?

Con esa filosofía practica de las alemanas y más si son arqueólogas, me contesta mirándome a los ojos. “No lo voy a intentar, no vaya a ser que ocurra lo del cuento, y te tenga que dejar de nuevo solo.” Dicho esto que me dejó un tanto pensativo, abrió su mano, y aquel precioso animalillo después de unos segundos, de un gran salto impropio a su tamaño, se zambulló en el agua dejándonos como agradecimiento unos círculos concéntricos que poco a poco se hicieron mayores hasta desaparecer.

Sentados a la orilla del lago discurrieron los minutos, yo pensando en aquel beso perdido, y mi amiga pensando que quizás hubiese merecido la pena, haberlo dado.

¡Cuantas cosas pueden ocurrir en el transcurso de una partida de golf!, sobre todo, si lo mas importante no es en si la partida, sino como decía Ortega, las “circunstancias que te rodean.”

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