Viajando por España VIII


Mientras la última esperanza
alumbre débilmente mi camino,
yo iré, sonriendo y fiel, a mí destino,
contento, como un niño, de la andanza.

Juan Ramón Jiménez
Sonetos Espirituales (1914)


De Galicia tengo un sinfín de recuerdos recogidos en el transcurso de los años, y tres lugares de especial significado que son, El Grove, Cambados y Villa Nueva de Arosa.

Estos tres lugares están gravados en mi memoria y en mi corazón para siempre ya que tantas veces, cuando mi familia estaba completa, llegábamos de vacaciones del norte de Europa, para fundirnos en ese precioso “trocito “de nuestra querida Patria.

Allí descubrieron mi mujer y mis hijas hace mas de treinta años, mágicos sabores a mar, degustaron por primera vez ese transparente e inigualable sabor del vino Albariños, augusto descendiente de los grandes vinos del Rhin, y escucharon los cantos de Rosalía de Castro y las gloriosas extravagancias de Valle Inclán.

Este año, luchando contra corriente, en situaciones bien distintas, he querido visitar con mi compañera de viaje todos estos lugares, en homenaje a un tiempo pasado y así poder con ciertas garantías, afrontar un futuro lleno de incógnitas y esperanzas.

El Grove y la Isla de la Toja, forman un armonioso y bello conjunto que atraen a un tipo de visitantes de lo más variado, decantándose unos (los mas) por disfrutar de sus excelentes mariscos especialmente en la semana “Fiesta del marisco” a precios populares y aquellos con un poder adquisitivo alto que se alojan en los hoteles de la Toja y disfrutan de balneario, golf, casino y demás mundanales placeres.

La Toja de hoy aun conserva un hermoso pinar salvado milagrosamente y que recuerda lo que fue en siglos anteriores, una densa isla, donde el ganado era su mayor riqueza. Hoy los grandes hoteles se llenan de ávidos consumidores de baños termales, y las mansiones marcan el paisaje de sus costas.

Para pasar unas horas en el balneario y quizás por efectos de “la crisis” los precios son muy asequibles, así que allí nos metimos sin pensarlo dos veces la esforzada arqueóloga, un grupo (como no) de viajeros de esos que denominan de la tercera edad y mi persona. Por cierto, eso de la tercera edad no lo he entendido nunca. Los sicólogos ya nos hablan incluso de una cuarta edad. Yo entiendo que las edades no están relacionadas con el paulatino deterioro físico, esto es algo natural y asumible, y ni siquiera por el hecho que las leyes marquen tu edad de jubilación, la edad la siente uno mismo, está en ti, en tus ganas de vivir y soñar, en tu poder de asombro, en seguir buscando la senda del conocimiento y que te acerque a esa gran verdad escrita en el templo de Delfos que dice “conócete a ti mismo”, esta es nuestra edad, con ella me quedo.

Cambados es para mí un punto mágico de encuentro con la historia, la historia en general y la mía en particular.

Hacer un recorrido histórico de Cambados (es muy similar con el resto de pueblos de España) desde el siglo V a nuestros días, es fascinante y reconforta saber, que esa amalgama de pueblos y razas, han conseguido el milagro de consolidar un pueblo heterogéneo pero con un fin común, la convivencia pacífica entre todos y con metas comunes. Si existen momentos como el actual que esto puede quedar en entredicho, no es menos cierto que ya ha habido en otras épocas no muy lejanas, situaciones parecidas o más difíciles, y posteriormente el sentido común de la mayoría de los españoles ha conducido a nuestra sociedad hacia la razón de ser de nuestro pueblo.

De Cambados quiero señalar tres cosas, la Lonja del pescado, el poeta Ramón Cabanillas y el Palacio de Fefiñanes.

Es difícil encontrar en todo nuestro territorio un surtido diario y por lo tanto fresco, de moluscos, crustáceos y los más variados pescados que en la Lonja de Cambados, gracias principalmente a la riqueza marina de la Ría de Arosa, quizás la más importante de España. El pasear por la Lonja de Cambados alegra la vista y te prepara mentalmente para cuando llegue el momento de degustar sus productos en uno de los múltiples restaurantes del lugar. Mi compañera de fatigas, mas acostumbrada a conformarse con una variedad mucho más reducida de productos marinos, me preguntaba asombrada que quien sería capaz de aprender a cocinar tanta variedad de productos (aquí le salió la vena alemana), y es que tuve que explicarle, que cocinar en España es un arte que se trasmite de padres a hijos, especialmente de madres a hijas, aunque los cocineros más famosos sean hombres.

Ramón Cabanillas, natural de Cambados (1876-1959), ha sido un poeta muy particular y querido, defensor de la identidad cultural y política de su tierra, y que siempre escribió en gallego y de una manera triste y melancólica como en este bello ejemplo.

Camiño, camiño longo,
camiño da miña vida,
escuro e triste de noite,
triste e escuro de día…
¡camiño longo da miña vida !

Perteneció a la Real Academia Gallega y Española de la Lengua, y fue catalogado por sus contemporáneos como un “Poeta da Raza”

Me emociona la poesía de Cabanillas, y aun estando en gallego disfruto y me llega hondo su sentir. Entraré más en su obra.

La primera vez que visitamos el Palacio de Fefiñanes en Cambados y su hermosa plaza, fue hace treinta y cinco años, y hoy, se conserva todo exactamente igual, salvo la ausencia para siempre de quien nos invitó -por circunstancias que no vienen al caso- a disfrutar de su buen decir y su exquisita personalidad.

Aquel aristócrata de figura enjuta, nos presentó una fuente de exquisitas ostras y de su propia mano nos ofreció el vino albariño de su cosecha.

Mientras mis hijas jugaban libres por los jardines de su Palacio, mi mujer y yo escuchábamos maravillados las explicaciones del origen de su familia y la procedencia de las cepas del albariño. Hoy sé que existen varias versiones acerca de este origen, yo me quedo con la que él nos facilitó haciendo referencia a los vinos del Rhin.

La procedencia alemana de mi mujer le invitó a comentar la admiración que sentía por ese país y observamos los conocimientos tan profundos, que de él tenía.

Fue un encuentro mágico, que pasados unos años quise de nuevo rencontrar, pero aquel caballero nos había dejado a todos, quizás para plantar en otros lugares más altos, esas magnificas cepas de albariño que tanto amaba.

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