Viajando por España. I
El que no se sienta de verdad perdido.
se pierde inexorablemente;
es decir, no se encuentra jamás,
no topa nunca con la propia realidad.
José Ortega y Gasset.
La rebelión de las masas.1930
La historia nos desborda. Tres mil años de acontecimientos y tenemos previsto seis días para intentar descubrirlos. Es decir -a dos días por milenio- y ni siquiera nos avergonzamos confesándolo. Si no fuese por la letra impresa no sabríamos nada de nuestro pasado. Solo nos quedaría asombrarnos de lo que la vista nos depara en esas inmensas catedrales y mansiones, cuyos contenidos son un fiel reflejo del tiempo.
Cáceres, como casi todas las ciudades de España, ha sido poblada y conquistada por distintos pueblos llegados de más allá de nuestras fronteras. Mencionaremos como más relevantes a romanos, visigodos y árabes que han dejado su huella especialmente en el extraordinario casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986.
Perderse por sus calles museos y palacios sin otro animo que gozar de tanto arte, es sin duda un privilegio que también mi compañera de viaje sabía reconocer, sin duda con más criterio profesional que el mío, pero no con menos asombro.
Observando y tratando de deducir los servicios prestados en Cáceres, p.ej. del milenario aljibe y que solo existen dos o tres de esas características en el mundo, puede uno pensar en la inteligencia y el tesón de nuestros antepasados por cubrir sus necesidades, es decir, por subsistir.
Sentado en un banco en frente del altar mayor de la catedral de Toledo te sobrecoge su grandiosidad y empequeñece tu ser hasta límites insospechados. No es cuestión de misticismo ni de creencias religiosas, es simplemente valorar en su justa medida el arte allí encerrado, y el recuerdo a tantos trabajadores y artistas, artífices de tanta belleza.
La sacristía de la catedral de Toledo es ya en si un museo de pintura en toda regla, pudiendo deleitarse el visitante, con obras del Greco, en especial El Expolio, Goya, van Dyck, Ribera, Ticiano, P.P. Rubens y tantos otros. Disfruto mucho mas, observando en estos lugares concentrados tal cantidad de arte pictórico, que en los grandes museos del mundo y es que cada vez busco mas lo recogido, lo intimo, lo que puedes llevarte en la memoria.
Camino de Ávila, con la tranquilidad de no llevar el volante, pienso como serian los caminos que se encontró en su deambular la Santa Teresa de Jesús, natural de esta ciudad, y cuantas dificultades tendría que soportar. Sus cerca de setenta años de vida trascurridos en el siglo XVI, fueron un ir de un lado para otro luchando por sus ideales y fiel a su verdad. Supongo que ser mujer no la ayudaría mucho en aquellas fechas, pero su inteligencia tesón y fe, la llevo a ser Doctora de la Iglesia entre otros títulos y su poesía mística es con la de San Juan de la Cruz de lo más bello que se pueda leer.
Ávila, como sus otras dos ciudades hermanas, es un museo, cercada y arropada por sus inigualables murallas. Por cierto, que lo difícil no es andar por las mismas, sino subir unas escaleras tan empinadas que me recuerda el esfuerzo que se tiene que hacer ir andando de Villager a las Brañas.
Los días transcurren en gran armonía y, aunque cansados, disfrutamos de la extraordinaria gastronomía de esta tierra nuestra y al caer la tarde, con su manto de tranquilidad que te invita al rencuentro de lo vivido, sientes que la felicidad te roza suavemente.
Mañana salimos para Congosto, pueblecito situado en El Bierzo, a orillas del río Sil, desde donde esperamos seguir su curso y plantarnos en Villager de Laciana si es posible.
Como hablo de una segunda persona, la joven que me acompaña es una arqueóloga alemana, con residencia en España desde hace muchos años y por lo tanto enamorada de sus gentes, costumbres e historia.
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Comentarios
Leyendo el relato de tus viajes, con tan perfecta y poética descripción de cada uno de los rincones recorridos, para quien no conozca esos parajes, es como si los hubieras subido a tu coche para que disfrutaran, como tú, de tan hermoso recorrido. Para los que, como yo mismo, conocemos una gran parte de esos lugares, por haber nacido y vivido en ese rincón de España, nos haces viajar en el tiempo al recordar nuestras correrías juveniles por aquellas carreteras, sin asfaltar muchas de ellas; qué digo carreteras, más bien debería decir infernales caminos de tierra y piedras por las que hoy no transitarían ni las cabras, como -por ejemplo- la que iba desde La Rúa a la Puebla de Brollón, pero que en nuestra juventud nos parecían autopistas.
El viajar, como todo lo efímero deja la huella del instante, que puede ser tan intenso como tú lo percibas, y a nosotros querido amigo Paco, los que amamos y conocemos ese entorno, disfrutamos del momento.